El verano de nuestra infancia

Todo verano tiene su historia. El verano, es el verano. El verano es desconexión, es volver a donde fuimos, es sentir el aire en la cara, arena en el pelo, sol y sal. El verano es sonreír, es comernos un helado en la heladería de siempre. Es enamorarnos como niños, pasear, bailar, comer “pescaito” frito, es hacer la maleta con ilusión, es ver el atardecer más bonito de la historia...(de ese verano, claro). Porque el siguiente siempre lo supera.

Es familia, hogar, paz, amigos de siempre, es sentir que el tiempo no pasará nunca, es sentir armonía, conocer mundo, paisajes, es un tiempo diferente donde no hay reloj, no hay prisas, no hay enfados.

El verano es salir de la monotonía, hacer una nueva forma de vida, hacer el amor y hacer el bien. Quedarnos limpios de alma. Renovación mental. Agua salada, alma lavada.

El verano aunque pase, es y será eterno en nuestra mente, es nuestra cura de ese amor que se fue, de ese familiar que ya no está, de esos reencuentros deseados, de ese curso que no salió bien o la celebración del que sí. El verano es sanar, es curar, es olvidar lo malo, es el moreno de nuestra piel ...

Porque el verano es siempre mejor de lo que podría ser.